(relatado por Daniel)
Dogo. La sola palabra en quien desconoce a esa raza inspira respeto, incluso temor.
Dogo. Cuatro letras que resumen la imagen de una gran cabeza blanca con una mandíbula letal.
Luego de varios problemas personales pude coordinar con Mario, el panchero, para ir a ver al Dogo abandonado que él se encarga de alimentar. Cargué mi cámara y partí, pensando que tal vez debí también llevar un bozal, y tratando de recordar todo lo que he leído respecto a presentarme ante un animal desconocido de ese porte, y encima aislado del contacto con cualquier otro ser vivo desde hace meses.
Al llegar Mario me abrió la puerta de la casa y al instante desde otro extremo vi a la gran bestia blanca correr directo hacia mi. Contrariamente a todo lo que recordaba que debía hacer, en un momento el perro corriendo levantó la cabeza y nuestros ojos se enfrentaron. Y la verdad que es imposible explicarlo porque no conozco las palabras para describir esa sensación, pero en una fracción de segundos supe con total certeza y seguridad que ese animal que venía corriendo hacia mi mirándome fijo jamás, y bajo ninguna circunstancia posible, me atacaría.
Acababa de conocer a una de las criaturas más dulces que he conocido en mi vida, encerrado en un cuerpo de 6 años de edad y unos 50 kilos de peso.
Dogui fue comprado de bebé en un lugar que vendían perros de raza pura, y más allá de la escasa originalidad de su dueño para ponerle un nombre, la verdad que tuvo suerte pues su amo lo quería y lo atendía en todas sus necesidades. A Dogui no le importaba que su dueño era un importante juez de la ciudad. Él sólo sabía que ambos se amaban. Tenía una buena vida y era feliz.
Pero cuando Dogui cumplió cuatro años su dueño falleció, y como la esposa del juez era muy mayor, Dogui pasó al cuidado de la hija, a quien mucho no le importaba y la suerte de Dogui cambió. Al menos le daban agua y comida aunque ya no sentía el calor de una caricia. Pero bueno; como todo buen perro, él se conformó con lo que recibía en su hogar.
Pero nuevamente la suerte cambió un poco al cumplir sus cinco años, cuando la hija de su amo alquila la parte de abajo de la casa, que daba al patio donde Dogui pasaba sus días solito.
En ese momento Mario entró en su vida. Fue una relación de cariño firme pero áspero, con ciertos límites. Mario jamás había tratado con un perro semejante y a pesar de que lo quería también le tenía un respeto que se mezclaba con miedo. Dogui mucho no entendía ese olor a temor que percibía en Mario, y en realidad lo único que le importó es que volvió a recibir esas caricias que tanto extrañaba en su cabeza, aunque Mario retirara la suya con temor ante el lengüetazo de agradecimiento que quería darle Dogui.
Lo meses pasaron y un día la dueña de casa, y actual dueña de Dogui, tuvo un gran juicio de sucesión por la casa con lo cual decidió irse de la misma y le avisó a Mario que buscara otro lugar porque ya nadie podía vivir allí. Mario le preguntó por Dogui y ella dijo que se lo llevaba.
Mario fue a vivir a otro barrio, y perdió contacto con ellos durante un par de meses, hasta que cierto día se cruzó en la calle con la mujer. Lo primero fue preguntar por Dogui y ella le dijo que ya no quería comer y no sabía por qué. Mario supuso que era por el cambio de casa y fue allí que ella le dijo que Dogui seguía en la misma casa. Eso generó una pequeña discusión que terminó cuando la dueña directamente le dio las llaves de la casa y le dijo: "Tomá, y si tanto te interesa hacete cargo de atenderlo".
Mario fue directo a la casa y allí lo encontró a Dogui raquítico y que apenas se podía sostener en pie. La mujer le había dicho que hacía 20 días que no iba a verlo, ni a darle comida ni agua. Y como el patio posterior está totalmente cerrado, Dogui iba a morir de hambre y sed sin que nadie se enterara si Mario no lo encontraba ese día.
Esto sucedió a principios de marzo de este año. Desde ese día Mario camina unas 30 cuadras para llevarle todos los días comida a Dogui y se queda con él media hora ("porque luego de comer quiere jugar un ratito"). No importa si hace calor, frio, llueve torrencialmente o lo que sea que suceda: Mario va igual. Y desde allí (9 de julio al 2000) Mario se va caminando hasta el hospital Vilela cruzando todo el parque Independencia para comenzar a trabajar con su carrito hasta las 12 de la noche porque no se puede dar el lujo de tomar un colectivo. Pero a las 20 y 30 todos los días se hace una escapada hasta el supermercado a comprar huesos y polenta para llevarle cocinado todo a Dogui al día siguiente.
Mario no debe tener ni la milésima parte de la capacidad económica de la "dueña" de Dogui. El vive día a día con lo justo para alimentar a su familia, pero el amor por los suyos es infinito.
Dogui está solo. Vive solo en esa inmensa casa toda para él. Por un lado protegido de los peligros de la calle y ya gordito y recuperado gracias a los cuidados de Mario. El espera todo el día a que lleguen las 4 de la tarde y aparezca Mario con su comida y sus caricias. Es muy difícil describir la alegría de Dogui al ver llegar a Mario por la tarde.
El problema es que Mario en pocos meses más se va de Rosario, y sin él Dogui queda desamparado. Además Dogui se merece un hogar con un amplio patio y gente que lo llene de caricias simplemente porque está acostumbrado a eso.
"Por favor" me dijo Mario hoy: "Si me ayudás a que Dogui consiga un buen hogar vení a buscar hamburguesas todos los días y todas las que quieras que yo no te las voy a cobrar nunca".
Juro que en ese momento sentí envidia del tremendo corazón que tiene ese tipazo en su interior.
Mientras tanto Dogui aguanta y espera. Y sueña con que lleguen las cuatro de la tarde para ver llegar a Mario lleno de comida y amor, como todos los días. Dogui espera por su media hora de amor diario.
CONTACTO: 153546458
2 comentarios:
Dogui también encontró familia y casa propia!!!!
perdon no entiendo, ya encontro familia y esta adoptado, disculpen me pueden decir, realmente me hizo llorar la historia, Dios quiera a casi un año de esto haya encontrado un buen hogar y que lo tengan bien.
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