viernes, 18 de febrero de 2011

Nando (relatado por Daniel)

Los perros no pueden decidir el lugar donde desean vivir ni la vida que les depara el destino. Todo es por azar, dependiendo del lugar donde nacieron, de los humanos que están a su cargo, si los hay, e incluso del color con el cual nacieron, siendo a veces de buena fortuna no nacer con pelaje negro, pero sólo a veces.
Sin embargo hay perros que se resisten a esta lotería del destino, perros que tampoco pueden elegir la vida que les toca, pero pueden decidir vivirla, o dejarse morir si no les gusta, y Nando es uno de ellos.



Es duro ser callejero, pero más duro es ser un Nando que quiere elegir cómo vivir.

Nada fue fácil para él. No fue fácil estar en la calle desde bebé, abandonado y ya sin padres. No fue fácil ser golpeado, tal vez atropellado, y recibir además un tiro o un golpe punzante en la columna ya lesionada que lo dejó sin caminar siendo aún cachorro.

Nando no acepta jaulas, ni que su cuerpo se transforme en una, y logró ponerse de pie, pero el gran esfuerzo no pudo impedir que sus patas posteriores, insensibles, se arrastraran al caminar, generando que el cemento de la calle se transformara en una lija para sus piecitos, lesionándolos.

Un par de mujeres lo encontraron así tirado y lo llevaron a IMUSA con el objetivo de que lo curen para así adoptarlo y darle un hogar. Los doctora Venegas y un grupo de proteccionistas lo ayudaron y tuvo una evolución excelente con el tratamiento que le dieron, pero al poco tiempo comenzó a desmejorar, a caerse, y fue allí donde se dieron cuenta que Nando no soporta el encierro.

Luego de mucho insistir durante tres semanas, la doc Venegas logró que las mujeres que lo llevaron a IMUSA lo retiraran, pero evidentemente no lo querían así, aunque no se supo más de Nando por un tiempo.




Aproximadamente a los dos meses lo encuentran Carolina y su mamá, Lucía. Nando estaba desnutrido, con una soguita cortada en el cuello, con sus patas traseras seriamente lastimadas, y ya sin deditos en la derecha.

Fue internado en la veterinaria del doctor Bonino, y tratado con antibióticos, anabólicos, suero y vitaminas. Al cabo de cuatro días sus ganas de vivir hicieron el resto. Nuevamente recuperado fue a vivir transitoriamente en la escuela donde trabaja Lucía de maestra. Allí descubrieron la pasión de Nando por el fútbol, o mejor dicho por las pelotitas. Ya con la indicación de vendas y botitas especiales para cuidar sus patas fue recuperándose muy bien, pero nuevamente llegó el momento en que Nando no podía seguir allí, y tampoco podía ir al canil de una guardería, o al IMUSA.



Justo cuando ya no quedaban opciones para su vida aparece Martín para sostener su pata.

Contar la dedicación que le brindó Martín durante los dos meses largos que estuvo viviendo Nando en su hogar sería para escribir un libro: higiene y recambio de vendas en las patitas tres veces al día, jueguitos mañana, tarde y noche, ejercitación para estimular los músculos de sus patitas y demás partes del cuerpo, caricias varias durante todo el día, y mil etc. más que lograron niveles de recuperación que se consideraban imposibles en Nando: sus músculos atrofiados se recuperaron por completo, su columna se enderezó, recuperó muchos reflejos considerados perdidos, incluyendo algo de control vesical, recuperación de su gastroenteritis crónica y también desapareció un ligero estado de anemia crónica que daba un color pálido a sus mucosas. También sus patitas mejoraron notablemente, y logró un cierto modo de caminar cercano a la normalidad que prácticamente daba esperanzas de una curación final completa.

Pero, como todo en la vida de Nando, surgió un imprevisto: una infección en una de sus patitas generó inflamación y un mecanismo de torniquete con las vendas que de no ser por la continua vigilancia de Martín hubiese llevado a la gangrena y pérdida definitiva de la pata.

Ahora la patita se está curando, pero la sumatoria de la casa donde vive Martín, más su contexto, con dos hijas pequeñas, una de ellas un bebé, su trabajo, etc. provocaron que diga basta, y Nando tiene los días contados en su hogar.

De no conseguir en pocos días, muy pocos, un hogar de tránsito, o ese humano que se quede junto a él para siempre, la única alternativa es llevarlo a IMUSA porque en la calle no puede sobrevivir solo, y en un canil tampoco.




Nuevamente la vida, y quién sabe cuántas veces van, lo pone a Nando al límite de sus posibilidades.

No es un perro normal, pero tampoco un perro paralítico, necesita un poquito más de cuidados que cualquier perro, pero nada tan extremo. Solamente necesita un lugar adecuado, con piso liso para que no raspe si llega a doblar mal sus patitas, para lograr una cura completa en las mismas. Necesita un poco de atención respecto a ponerle vendas y sus botitas para cuidar esas patas delicadas. Una buena comida para que haga caca dura ya que al dormir relaja sus esfínteres, y puede perder algo de pis también al dormir o emocionarse. Por lo demás, juega, corre, sube escaleras y quiere mimos como cualquier otro perro.

No le gustan los gatos. Es súper obediente, su deseo de vivir es impresionante,





Nando nació sano y vital. Un humano cortó de forma cruel su posibilidad de ser adoptado y vivir una vida de perro normal. Muchos humanos pasaron luego intentando cambiar su destino.

Nando sigue esperando ese humano que se quede junto a él de por vida.

Nuevamente su libertad está en juego, y si debe volver a un canil, él decidirá qué hacer con su vida si ningún humano puede brindarle lo que necesita para vivirla.

Nando quiere vivir. Nando espera... Nando te está esperando.



Contacto:
Carolina (0341) 456-2894 / (0341)155-863345
Daniel: (0341) 153-546458


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